“Están en juego los derechos de los niños”

El protocolo antiyihadista de Cataluña provoca nervios entre los profesores

El plan de la Generalitat para evitar la radicalización en barrios de gran afluencia inmigrante desata tensiones en los colegios: “Van a venir a por nosotros”

La Generalitat de Cataluña está preparando un protocolo para que los profesores de los centros educativos públicos vigilen el auge del yihadismo en las aulas y estén atentos a posibles cambios de actitud en sus alumnos. Los docentes consideran que la tarea de delatar a chavales que podrían estar radicalizándose les va a traer problemas: “Van a venir a por nosotros”.

Desde hace meses, la detección en Cataluña de quienes se sienten tentados por la guerra santa se ha trasladado a colegios e institutos. En ese sentido, la Generalitat y los Mossos d’Esquadra están ultimando un protocolo para detectar entre los alumnos de centros escolares públicos a quienes sean seducidos por la causa yihadista.

Los profesores serán los responsables de identificar posibles casos de aspirantes a unirse a las filas del Daesh. Para ello, deberán aplicar un modelo similar al que se creó hace diez años para combatir a las bandas latinas en Cataluña.

El objetivo es prevenir una amenaza que ya ha golpeado Francia y Bélgica. Gran parte de los implicados en los atentados de enero de 2015 contra el semanario satírico Charlie Hebdo y contra la sala Bataclán o el Stade de France, el pasado noviembre, proceden de la segunda generación de inmigrantes llegados a ambos países, la mayoría de ellos educados en centros públicos.

En algunos casos, su radicalización fue detectada con anterioridad por sus profesores. Sin embargo, la ausencia de un protocolo como el que ahora quiere implantar Cataluña hizo que la información no llegara nunca a la Policía.

Objetivo: detectar cambios de comportamiento

Ahora, con el plan de la Generalitat catalana, el principal objetivo de los docentes será detectar en sus alumnos cambios de comportamiento. Por ejemplo, estudiantes con actitudes extrovertidas y con facilidad para relacionarse con el resto de compañeros que, sin embargo, se convierten rápidamente en personas introvertidas y esquivas.

También deberán poner el foco en menores que pasan de lucir ropa moderna a recurrir a vestimentas tradicionales musulmanas o en alumnas que se niegan a participar en las clases de gimnasia, arte o música por motivos religiosos. Además, será necesario que vigilen casos en los que el alumno abandona el centro escolar con la excusa de viajar al extranjero.

Esos síntomas de radicalización serán cruzados con las investigacionesllevadas a cabo por las brigadas de información de los Mossos.

“Van a venir a por nosotros”

El Confidencial Digital ha podido hablar con algunos profesores de Barcelona y Gerona que no comparten el protocolo de la Generalitat: “Si nosotros tenemos que denunciar al alumno y, por tanto, dar la cara, vamos a quedar expuestos. Se va a crear una situación de tensión porque tendremos que estar pendientes en todo momento de lo que hace el chaval en el aula, de si viene a por nosotros o no”.

En ese sentido, los docentes consultados consideran que el estudiante podría tomar represalias contra ellos: “En un futuro, a raíz de nuestra denuncia, el alumno radicalizado podría atentar contra el centro”.

 

Además, apuntan a su inexperiencia para argumentar su rechazo al plan de Cataluña: “Si las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no son capaces, en algunos casos, de detectar la radicalización, ¿cómo vamos a hacerlo nosotros, que no somos expertos?”, se preguntan.

“Están en juego los derechos de los niños”

Los profesores aseguran que tanto Educación como el derecho a la misma de los chavales impiden que, una vez delatado, el alumno sea expulsado del colegio o instituto e, incluso, traslado a otro centro: “Eso obliga a que el profesor y el alumno sigan teniendo que convivir en el mismo aula”, sostienen.

Además, los docentes consultados por ECD reconocen que tienen miedo a aplicar el protocolo, ya que podrían ser injustos y discriminatorios con los estudiantes: “Están en juego los derechos de los niños, como la vestimenta que llevan, sus creencias o prácticas religiosas…”, explican.

En ese sentido, consideran que el hecho de que el alumno esté interesado en ciertos asuntos religiosos o luzca determinadas prendas de vestir, no significa que esté inmerso en un proceso de radicalización.

Por otro lado, los profesores constatan que, en los últimos años, cuando han informado de conductas extrañas de algunos estudiantes, y estos se han sentido perseguidos o señalados, se han disparado las represalias contra los docentes.

Así lo explican a este diario: “Puede que el centro no sea el sitio en el que se radicalicen, sino en sus lugares de origen. Por lo tanto, son los padres quienes deben estar encima de sus hijos, no los profesores”, concluyen. La tensión en los centros catalanes se ha desatado nada más volver de las vacaciones de Semana Santa.

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